Sapere aude

Qué insistencia la mía con querer envolverme aún con tu recuerdo. Joder, parezco la niña que no para de insistir a sus padres para comprar el juguete. Lo mejor de todo esto es que he llegado al punto en el que nada puede sorprenderme, ni de ti, ni de nadie. Llámalo dejar de esperar. Llámalo aprender a ver que la gente es igual de previsible que el que te toque la Lotería de Navidades. 

Hoy, me he reído en pensar sobre tu comportamiento, irónicamente, me río de comportamientos que transmites que sin querer yo, también los hago. 

Esbozando mi risa, carcajada, o algo que estalla de la boca cuando te hace gracia una situación, mi cabeza formuló una sincera pregunta: ¿por qué sigue así, con toda esa gente tan poco persona? El hedonismo que trataste en tu trabajo está genial, pero no siempre es computable en todos los campos. 

Sé que pasarán años y que tú seguirás sin leerme desde donde estés y que te perderás y que no pararás de preguntarte cómo estás continuamente. Que querrás incluso volver a atrás para saber qué te hizo perderte exactamente, y volver significa todo; lo que hiciste antes de conocernos, incluso acudir a las personas que libraron alguna batalla contigo mientras sigues conociendo a otras. Teniendo mil placeres simples como refugio. 

Sinceramente aunque, te vea las ojeras de tú a tú y no sienta nada, porque he desarrollado una especie de armadura, de tanto en tanto refunfuño entre las sábanas algo triste por pensar quién es la que merodea por el hoyuelo de la mejilla.

Hoy no tenía nada que decirte, como de costumbre. Hoy solo venía a recordarte un poco y dejarme escrito mi metamorfosis contigo, mi perspectiva y cómo siento ahora (equivalente a una película de Tarantino). Acabando de olvidar hasta lo que creo no saber, y que en el fondo sé que no puedo dejar de saberlo. 


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