Quod scripsi, scripsi.

Hay personas que están, que se enquistan, que se quedan ahí, recordándote cómo podrías haber sido si hubieras aprendido algo de ella. 
Son ese tipo de personas que llegan por azar, justo en un momento clave que resulta ser tu salvación. Personas que cuando aparecen se convierten en un: tómalo o déjalo. La putada, es que nadie está ahí para advertirte que esa persona es de las que se enquistan. 

Sus características las desconozco pero, en gran mayoría responden a atributos como el despojarte las ganas del todo, sacarte de tus principios, de tus "yo nunca" y levantar a lo que creías muerto desde hacía tiempo. Cuando empiezan el proceso de enquistamiento, son como el tabaco y su frase de: "sólo fumo uno al día, es imposible engancharme". Y al día siguiente te ves comprando un Marlboro en el bar de enfrente. Es una comparación bastante burda, pero sí, las personas que se enquistan es a lo que el tabaco para la plebe: sale caro, muy caro. 

Y cada vez que te la encuentras, te repites que ésa será tu última vez, hasta la próxima. Pero, por suerte o por desgracia, todo vuelve y el sentimiento emerge y la próxima vez también se convierte en la "última" vez. Y cuando vuelve, caes, caes en picado hacia un lugar del que poca gente vuelve sana y salva. Porque vuelven los silencios, la mirada, el beso que no se quiere dar y que aparece. Y vuelve como esa persona que apareció de noche. Mientras vuelve, desearías que volviese cada día de tu vida. Firmarías el VIP de la puerta de recibimientos del aeropuerto. 

Pero justo antes de cerciorarte de que se queda, vuelve a irse. Y se va en serio, lejos. Tan lejos que duele hablar de que estuvo para evitar que se enquiste un poco más. Evitas hablar del tema porque piensas que así pasa. Pero aquí todos sabemos que hay cosas que no funcionan con luz, porque siempre se ha dado mejor bailar en la oscuridad, porque es más fácil de difuminar. 

No se ha inventado aún la estabilidad que te ancle a lo que debes, con la persona que se te enquista. De hecho, no la habrá nunca. Pero es que hay cosas que no deben tener estabilidad para ser mecánicamente genuínas y bien talladas. 

Y cuando se va, finges que nada ha pasado, que ha sido una situación de mutuo acuerdo, aunque al fin y al cabo, no hay velo más transparente que el del propio engaño. Los velos nunca son suficientemente tupidos como para esconder lo que tú te mueres por ver.

Dicen que una persona no se olvida, que una persona permanece, en cierto modo, siempre contigo básicamente porque su recorrido por tu vida marcó en algún aspecto tu personalidad. Yo pienso que aquél que reflexionó sobre ello, se llevó el Oscar que DiCaprio no se ha llevado.  Aún así voy algo más allá y me pregunto: ¿hasta qué punto nos influyen las personas que pasan por nuestra vida?

Hay personas, que cuando aparecen en "el momento", nos elevan, nos llevan alto, muy alto para luego soltarnos. Y que, al caer, inevitablemente, te quede por largo el sabor de la caída y el golpe final. El golpe que recuerdas como "el golpe" y reflexiones si alguna vez, serás capaz de sentir más de lo que ya sentiste con esa persona. Si no te has caducado. 

Son esas personas a las que no tenemos que decirles dónde se quiere llegar, porque ellas también lo saben. Son tus "nunca más" diarios y tus "no volveré a caer". Son tus cinco minutos más en la cama. Son el número que borras de tu móvil y tus fotos almacenadas en una carpeta perdida del disco duro. Son tus sírvete la copa tú mismo. Son las camas en las que no deberías de meterte. Los rincones de tu ciudad que te incomodan. Son la canción. Son las puertas entreabiertas y el momento antes de tomar una decisión. Son tu punto de partida y tu punto de salida. Son aquello que has permitido sin querer. El silencio. Son la persona que se enquista. 

[Quod scripsi, scripsi: lo que he escrito, escrito está - Pilatos]



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